04.marzo.2011 Si hay algo que, desde que nace, separa al hombre de los demás animales es su incapacidad para sobrevivir aislado: el hombre solo es frágil. De ahí que no nos resulte extraño que la soledad sea una de sus grandes preocupaciones. Pero cuando ya no queda nadie alrededor existe un último refugio. Antes de la soledad, quedan los objetos. Este pensamiento parece recorrer el encadenamiento de monólogos llamado “Solo lo frágil”.
Ya en la niñez los objetos se vuelven armas contra lo no placentero, y esto asoma en el triangulo hombre-soledad-objeto que atraviesa la obra. El escenario es invadido por un cuerpo, cuasi camaleónico, que constantemente se desarma y rearma convirtiéndose en cinco solitarios personajes: un militar retirado rodeado de un hospitalario ejercito; un esqueleto extirpado del mar y abandonado en una pecera; una anciana con aires de diva (plumas incluidas) cuya única compañía es una muñeca; una geisha arrancada de su familia que relata sus memorias; una bruja negra que reclama a dios el abandonar a sus fieles…
La extraordinaria metamorfosis de Paula Ransenberg hace imposible encontrar, entre los apagones, residuo alguno de la escena anterior. Pero no está sola: la acompaña una multitud de objetos, cotidianos, intervenidos y hasta imaginarios, que, igualándola, mutan entre los diferentes mundos. Sumando el excelente trabajo escenográfico y lumínico de Federico Ransenberg, de Román Lamas a cargo de la muñeca-maquillaje y la dirección de Luciana Dulitzky obtenemos como resultado una puesta imperdible que reclama, risas mediante, pensar un poco en nuestra propia fragilidad. Bettina Girottibettina@geoteatral.com.ar |
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